lunes, 15 de diciembre de 2014


LEYENDAS DE CAMPECHE


"El puente de los perros"

Cuenta esta historia que en los tiempos en que el comandante militar de la plaza era Francisco de Paula Toro, mando a construir un puente por donde su mujer, Mercedes López de Santa Anna, solía pasear, situado este puente sobre el canal de desagüe del suburbio de Santa Ana. Un día en que Doña Mechita pasó a inspeccionar la obra de su marido, le dijeron que en los remates del puente iban a poner unos pebeteros, a lo que ella no le pareció y dijo a su esposo que mejor pusieran las esculturas de sus perros Anibal y Alejandro, ya que esos perros se los había regalado su hermano Antonio. De esa forma y por partida doble los perros quedaron inmortalizados en piedra. Siendo inaugurado con el nombre de Puente de la Merced.

"El Callejón del Diablo"

Esta leyenda surge de una callejuela que empezaba en San Martín y desembocaba en la Zanja, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de arboles donde vivía un hombre con malformaciones. Este hombre aprovechándose que la gente tenía miedo de pasar por ahí de noche, asustaba a los que se atrevían a cruzar haciéndose pasar por el diablo encendiendo cartuchos de azufre. La gente muy creyente para evitar que el “Diablo” entrara a la ciudad le empezó a poner monedas de oro y joyas, hasta que dos pescadores lo descubrieron una noche y lo espantaron cuando le quemaron las posaderas con un carbón al rojo vivo. Lo que después hizo que el hombre enfermara y para mitigar sus culpas tuvo que donar una buena cantidad de las joyas a una institución para pobres.

"No solo los perros lamen"

Ésta era una niña, la hija de los presidentes del poblado de Hool. Era una niña que no tenía hermanos, sus padres al ser los presidentes salían muy seguido a los eventos del pueblo. La niña se sentía muy sola, ella se los hizo saber a sus padres quienes la comprendieron muy bien y decidieron comprarle un perro.

El perro y la niña se hicieron muy buenos amigos, el la cuidaba todo el tiempo de cualquier peligro, la niña lo quería tanto que hasta lo dejaba dormir en su cuarto con ella.
Todas las noches el perro le lamía una mano como señal de que el estaba ahí con ella…
Una noche, los padres de la pequeña tuvieron que salir a un evento en la noche relacionado con las costumbres del pueblo; a lo que la pequeña ya se había acostumbrado, esa noche era especialmente oscura y fría, como las demás noches ella sintió la lengua de su cachorro pasar por su mano, cosa que la hizo tranquilizarse.

Al despertarse, aterrada vio a su lado el cuerpo de su perro sin vida, cubierto de sangre y en su espejo había un escrito con la misma sangre que decía: “no sólo los perros lamen”…
Actualmente aquella niña vive en un manicomio, con su rostro pálido recordando todas las noches aquella en la que su fiel amigo murió.



SEBASTIAN GARCIA PÉREZ 3B-1

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